Las gatinas se airean al atardecer. He de estar pendiente de ellas para que no salgan al alfeizar de la ventana. Se mantienen adentro, aunque no aguantan mucho rato.
Mientras la pobre Lucy pasa del sofá al suelo y viceversa. Le he puesto una sábana vieja de verano, y aún así se calienta al rato de estar.
Bamby siestea y duerme en la mesa de la cocina, sobre una almohada y toalla suave. También se calienta y baja al suelo de vez en cuando.
Moisés tan pronto se tumba sobre una mesa, como sobre otra como en la ropa tendida del tendedero, aún húmeda.
Y todos en las horas mas cálidas se exponen a alguna corriente en el suelo del pasillo. Y yo desazonada. Me ducho y a los 5 minutos sudando. He adelgazado una talla o dos.
Cuando no teníamos a las gatas Lilith y Sandy dejaba todo semiabierto, día y noche. Se refrescaba mejor el piso. Pero ahora he de cerrar el balcón y bajar persianas, porque siguen siendo insensatas. Solo me hacen caso si estoy pendiente de ellas; digo ¡niña! o ¡niñas! y ya saben que están haciendo algo mal, se bajan o entran.
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